sábado, 1 de enero de 2011

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRISIS?...

Este señor que habla heroica y honestamente desde el Parlamento europeo se llama Daniel Cohn Bendit y es un ejemplo de la necesidad de algunos políticos para transformar la política.



Cualquiera que haya visto el vídeo de la intervención del eurodiputado verde Daniel Cohn-Bendit, donde desvela -ante Durao Barroso y Diego López Garrido, entre otros- el chantaje al que someten a Grecia para salir de la crisis, podrá sentir un estado de ánimo ambivalente. Por un lado, despierta nuestra indignación al conocer la naturaleza abyecta de muchas decisiones políticas; pero también es cierto que se atisba un instante de esperanza al saber que existen todavía políticos comprometidos con la verdad y la justicia.
Cohn-Bendit es uno de ellos. Su libro “¿Qué hacer?” se abre con una entrevista y una confesión política donde trata de comprender cómo el antiguo Dani el rojo (Mayo 68) acabó convirtiéndose en Dani el verde. El planteamiento de Bendit podría formularse así: ni el modelo ultraliberal (Milton Friedman y la escuela de Chicago) ni el paradigma intervencionista (Keynes) son respuestas válidas a la crisis; han sido, por el contrario, las causantes de la grave crisis que padecemos al pretender “satisfacer mercantil e individualmente lo que antes se consideraban necesidades colectivas”. Por tanto, no se trata de romper únicamene con el dogma liberal del laissez faire o la mano invisible del mercado, también hay que cuestionar otro de los principios de la izquierda: “el carácter inagotable de los recursos energéticos”. La salida a la crisis no pasa únicamente por la redistribución de la riqueza.
Además de trazar un diagnóstico razonado de las múltiples causas de la crisis actual, este “pequeño tratado de imaginación política” aporta propuestas muy interesantes que van más allá del clásico discurso antiglobalización de los años noventa, en el que la negación (No al capitalismo, No a la globalización cultural…) acababa ahogando el espacio positivo de la afirmación (Sí… ¿a qué?). No hay que contentarse con la recuperación económica, hay que aspirar a la transformación para evitar las crisis cíclicas y asegurar el futuro de las generaciones venideras. Se trata, pues, de cambiar el modelo de desarrollo imperante (liberal o social) por el decrecimiento. Estas son algunas de sus propuestas de la ecología política: una producción sostenible, limitada a las necesidades colectivas, no al deseo individual; sustituir o complementar los actuales parámetros de crecimiento PIB por otros más humanos como el Indice de Salud Social (ISS) o el de Desarrollo Humano (IDH); crear una legislación más estricta para combatir el cambio climático; desarrollar una renta básica de ciudadanía, un sueldo universal mínimo para todo ser humano, aunque no realizara un trabajo remunerado (cuidar a personas mayores, criar hijos, etc.); liberar al ciudadano de su alienación laboral y consumista. Emancipar, por tanto, la vida del círculo vicioso que ahoga toda esperanza de cambio: trabajo y consumo.
El movimiento por el decrecimiento, defendido de un modo más incondicional en el “Manifiesto utopía” (http://www.mouvementutopia.org) -compuesto por políticos del Partido Socialista Francés y de los Verdes, entre otros- guarda distancias respecto al marxismo: pues no aspira a poseer los medios de producción. Aboga por la relativización del valor del trabajo en la vida humana para que éste no sea el referente existencial e insta al impulso de la sociedad civil para establecer redes de solidaridad. El consumo, nuevo opio del pueblo, ha revelado la crisis de identidad del ciudadano de los países desarrollados, al constatar la ilusoria promesa de bienestar que la sustentaba. Como dijo Oscar Wilde: “conocemos el precio de todo y no conocemos el valor de nada”.
Esta utopía busca una verdadera reforma laboral que consistiría en reducir el tiempo de trabajo a 32 horas semanales concentrados en cuatro días. La sociedad consensuaría el número de años-créditos destinados al mundo laboral y el ciudadano podría interrumpir voluntaria y temporalmente su actividad laboral para dedicarse a otros proyectos personales, familiares o sociales. Así, por ejemplo, el tiempo dedicado a actividades sociales como servicios a la comunidad contabilizaría para la jubilación. Por tanto, la idea de trabajar menos no es únicamente una medida destinada a combatir el paro y lograr una mayor justicia social: es también una invitación a la autonomía y el disfrute de una plena libertad del ciudadano con el tiempo de su vida. Como sostiene Cohn-Bendit, cambiar el modo de vida para ser más libre y, en última instancia, más feliz.

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